lunes, diciembre 11, 2006

Quien pagará los platos rotos de la bioenergía.


La despolítica agraria europea incentiva el abandono de cultivos y la reducción de superficie cultivable en territorio comunitario. Por otro lado, favorece la creación de requisitos de producción que encarecen los costos de explotación, ya sean por imperativos medioambientales, de bienestar animal u otra causa. Tampoco olvidemos la desaparición paulatina de los subsidios agrarios que han permitido a día de hoy la permanencia de una masa social rural que de otra manera habría abandonado los campos. Y por último y para ser coherentes con los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio, la liberalización de tasas y aranceles que gravan a los productos de países terceros a su entrada en la UE están siendo desmantelados.
Todo ello conlleva una pérdida de rentabilidad de las explotaciones agrarias; los costos se encarecen, la competitividad con productos terceros producidos en desigualdad de condiciones de seguridad alimentaria, o de derechos laborales, o de respeto al medio ambiente, disminuye.

Pero, en este entorno, aparece un nuevo elemento que hace que la actividad agraria torne de la noche a la mañana, la bionergia o generación de combustible a partir de productos agrícolas. Se trata de un aspecto que ha sorprendido a entendidos y menos entendidos por la rapidez de su implantación global. La demanda de productos agrícolas se ha disparado, el consumo alcanza niveles record (imagínense producir alcohol a base de cereales), los stocks mundiales de cereales bajan vertiginosamente y los precios se disparan al mismo ritmo.

¡Cielo santo!, la alimentación animal y humana se ha convertido en un aspecto secundario del mercado de granos. El agricultor ve nuevas salidas a su empresa. Pero los ganaderos europeos, a los que les faltaba competitividad, sólo les quedaban por ver ésto. La pregunta que muchos se hacen es si Bruselas lo tiene claro. Porque los que abogaban por una liberalización de los mercados con fines socio-económicos que permitieran el desarrollo de los países menos favorecidos,

¿cómo justifican ahora que se subsidie una actividad industrial (fabricación de bionergia) a nivel mundial, que muy probablemente desencadene un desabastecimiento de aquellos mercados que no puedan pagar el encarecimiento de estas materias primas?.

La moneda tiene dos caras, pero en los próximos dos o tres años, y si no cambian las cosas rápidamente, los mercados de futuros de materias primas se frotarán las manos y los más necesitados, los que precisan de ayuda alimentaria no lo van a tener fácil. Por ello es injusto quejarnos por nuestros costes en ganadería, pero no lo es quejarnos por la falta de soluciones o de visión (previsión) de Bruselas.

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